¿Cómo puede un trozo de barro convertirse en un espejo de luz? El Zellige lo consigue. Hoy te cuento, paso a paso y sin rodeos, el proceso artesanal de fabricación del Zellige, ese azulejo marroquí que convierte paredes y suelos en pequeñas obras de arte vivas y cambiantes.
Origen y esencia del Zellige marroquí
El Zellige nace en Marruecos, con epicentro en Fez, donde desde hace siglos los maâlems (maestros artesanos) perfeccionan su técnica. Hablamos de cerámica artesanal hecha a mano, con irregularidades hermosas, esmaltes vibrantes y esa superficie ligeramente ondulada que atrapa la luz como el agua.
Si te gustan los materiales con alma, aquí la encontrarás a raudales: cada tesela es única, con matices de color, microcraquelados y bordes vivos. No hay dos piezas iguales, y ese es el encanto.
Selección de la arcilla: del suelo a la masa
Todo comienza con la arcilla. En Fez y Safi se eligen arcillas finas, con buena plasticidad y bajo contenido en impurezas. Se criban, se humedecen y se dejan reposar hasta lograr una masa maleable y homogénea.
¿La clave? Equilibrio. Demasiada agua, y el barro se deforma; poca, y se agrieta. Los artesanos lo saben por tacto, como quien amasa pan hasta “sentir” que está listo.
Moldeo a mano y secado al sol
La pasta se moldea en ladrillos crudos llamados bejmats o en planchas que luego se cortarán. Aquí no hay prensas industriales: se usan moldes sencillos, paletas y la mano del artesano.
Después, secado lento al sol, sin prisas. El viento y el clima hacen su parte. Este paso evita tensiones internas y prepara el barro para su primer fuego.
Primera cocción (bizcochado) en horno tradicional
Los bloques secos pasan al horno de leña para el bizcochado, alrededor de 900–1000 ºC. Es una cocción que fija la forma pero deja el cuerpo cerámico poroso, listo para aceptar el esmalte.
Estos hornos, de ladrillo refractario y llama viva, se controlan a ojo y experiencia. No es una línea automática: es un baile con el fuego.
Esmaltado: colores minerales y profundidad
Llega la magia del esmalte. Se prepara una suspensión con sílice, fundentes y pigmentos minerales tradicionales: cobalto para azules intensos, cobre para verdes, óxido de hierro para ocres y rojos, manganeso para marrones y morados.
El bizcocho se sumerge, se vierte o se pincela. El objetivo es cubrir, pero no uniformar en exceso. Ese leve desnivel del esmalte es lo que dará los “lagos” de color característicos del azulejo Zellige.
Segunda cocción: brillo, craquelado y vida
Con la segunda cocción, el esmalte se funde y vitrifica. El resultado es un acabado vidriado con brillos profundos, ligeros craquelados y variaciones tonales que cambian con la luz del día.
¿Te has fijado en cómo el Zellige parece moverse? Es por esa piel irregular: refleja como un espejo líquido, pero cálido.
Corte a mano y tallado de teselas
Una vez esmaltadas, las planchas se cortan a mano con maza y menqach (cincel). De aquí salen las teselas de formas clásicas: cuadrado, estrella, octógono, rombo… El borde queda vivo, ligeramente biselado. Es parte de su ADN.
Para patrones geométricos complejos, se tallan piezas a medida que encajan como un puzle. Este trabajo es pura paciencia y precisión.
Ensamblaje en taller: mosaicos listos para instalar
Los maestros componen el diseño al revés sobre una plantilla, fijan las teselas con papel o malla y forman paneles manejables. Así llegan a obra listos para colocar, con el dibujo perfecto.
También puedes usar bejmats rectangulares sin corte para suelos rústicos y contemporáneos. Versátiles y con mucha personalidad.
Instalación profesional: morteros, juntas y sellado
El Zellige requiere manos expertas. Se recomienda colocarlo con adhesivo flexible, llana dentada fina y junta estrecha para respetar su vibración visual. El rejuntado debe ser delicado para no velar el esmalte ni llenar los microalvéolos superficiales.
En zonas húmedas (duchas, cocinas), un sellador adecuado y mantenimiento suave garantizan que luzca impecable. Nada de abrasivos: agua, jabón neutro y listo.
Diferencias clave: Zellige vs. azulejo industrial
Si buscas precisión milimétrica, el industrial gana. Si quieres textura, profundidad y un acabado que respira historia, el Zellige no tiene rival. Sus variaciones cromáticas, su crujido de luz y su tacto irregular crean espacios con carácter, perfectos para proyectos boutique, hostelería con identidad y viviendas que huyen del “todo igual”.
Paleta y estilo: de los azules de Fez a los blancos lechosos
Los azules cobalto y turquesas recuerdan a los patios de Fez; los verdes botánicos traen calma; los blancos con veladuras lechosas amplían la luz; los terracotas y miel elevan los ambientes cálidos. Combinar tonos en un mismo paño potencia el efecto acuoso característico.
¿Minimalismo? Un muro blanco en Zellige basta. ¿Más teatral? Un patrón estrellado en azul profundo se roba todas las miradas.
Usos recomendados: paredes, cocinas y baños con alma
Donde mejor brilla es en paredes: frentes de cocina, duchas, chimeneas, cabeceros, barras y zócalos. En suelos, opta por bejmat sin brillo o acabados mates y consulta a profesionales para evaluar tránsito y protección. En exterior, valora clima y exposición: el hielo y los choques térmicos exigen experiencia.
Consejos rápidos de mantenimiento
Límpialo con paños suaves y jabones neutros, evita ácidos agresivos y repara a tiempo alguna tesela suelta. Bien instalado, el Zellige envejece bonito, como el cuero: gana carácter.
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